James Bond está de vuelta en un filme electrizante que marcó un nuevo hito en el cine de acción. El inmortal agente 007, cuya mortífera precisión, ácida ironía e irresistible atractivo retrata a la perfección Roger Moore, investiga en esta ocasión el asesinato de uno de sus colegas que apareció muerto con un huevo Fabergé de valor incalculable en la mano, y emprende una aventura que nos arrastra desde una espectacular persecución en reactor hasta una escalofriante cuenta atrás hacia el holocausto nuclear.

Un grupo terrorista se ha hecho con dos bombas atómicas. James Bond tendrá que localizarlas antes de que expire el plazo que los terroristas han dado para destruir dos ciudades.

Roger Moore aporta su humor, elegancia y calculado encanto habituales a su última aparición como James Bond. En esta ocasión Bond hace frenta a Max Zorin (Christopher Walken), un loco dispuesto a hacerse con el dominio del mercado mundial de microchips, incluso si para ello se ve obligado a acabar con la vida de millones de personas. Pero antes de detener a Zorin, Bond deberá enfrentarse a su hermosa y mortífera compañera, May Day (Grace Jones).

James Bond emprende en esta ocasión una de sus más apasionantes aventuras, con un increíble trasfondo de encuentros apasionados y arriesgados enfrentamientos. Roger Moore da vida al agente 007, dotado de unos nervios de ACRO que le permiten infiltrarse sin titubear en los bajos fondos griegos en una carrera contrarreloj por encontrar un dispositivo robado capaz de controlar a toda una flota de submarinos nucleares.

Un desastre espacial ha llevado a la humanidad al borde de la Tercera Guerra Mundial, y sólo un hombre podrá impedirla: James Bond. En esta magnífica aventura, Sean Connery vuelve a encarnar al agente 007 y viaja a Japón para poner fin a las actividades de la malvada organización SPECTRA e impedir que su diabólico líder, Ernst Stavro Blofeld (Donald Pleasence) desencadene un conflicto global desde su descomunal guarida excavada en el interior de un volcán inactivo.