Su nombre verdadero: William Bonney. Su nombre legendario: Billy El Niño, el famoso y escurridizo pistolero de El Zurdo. No se había visto nunca en el lejano Oeste a alguien como el chico de Brooklyn, el problemático adolescente que escribió su nombre con sangre en los anales de la historia. Y el género Western no había asistido nunca a una interpretación tan sublime como la de Paul Newman. Su actuación con la perfecta dosis de complejidad y personalidad atormentada captura magistralmente la naturaleza del personaje, mitad hombre mitad niño. Cabe destacar la dirección de Arthur Penn (Bonnie y Clyde, Pequeño Gran Hombre) en esta su primera película sobre un tema que reiteraría una y otra vez a lo largo de su carrera: el repudiado intruso confrontado por una sociedad hostil. Lo que Newman y Penn hicieron en 1958 fue algo totalmente novedoso, provocativo y rompedor con lo que no es de extrañar que la primera acogida del largometraje provocara opiniones variopintas. Hoy es aclamada como una influyente e indispensable película del género Western.

El ferrocarril sufre un intento de asalto por parte de un grupo de forajidos. En la refriega tres de los pasajeros quedan solos en la vida. La mala suerte hace que se encuentren con la guarida de los asaltadores; se trata de antiguos conocidos de uno de ellos.

Después de la rendición del indio Jerónimo, las guerras apaches parecen haber llegado a su fin. Sin embargo, la conducta de las tropas hace cambiar de opinión al último de los cabecillas aún libres, Massai, un hombre hasta entonces pacífico y partidario de pactar con los blancos. Ahora, convencido de que la fuerza es el único modo de defender sus derechos y los de su tribu, se lanza a la guerra, desencadenando a su paso el pánico y la destrucción, iniciando de nuevo una campaña bélica en la que se suceden los más feroces enfrentamientos.