ARooster Cogburn, un sheriff borracho y ya en decadencia, es despojado de su placa por el juez federal Parker, por el exceso de dureza que esgrime en su búsqueda y captura de forajidos. Solo y sin saber qué hacer, Rooster, que tiene un interesante historial como soldado confederado, se siente frustrado por la falta de acción en su vida. Sin embargo, pronto vuelve a estar en activo, porque el gobierno le confía la misión de capturar al bandido Hawk y su banda, que han robado nitroglicerina al ejército. Por el camino, Rooster se encuentra con una adusta y seria mujer de Nueva Inglaterra, Eula Goodnight, que ha visto morir a su padre, misionero, y a los indios que cristianizaba, a manos del mismo Hawk al que Rooster sigue la pista. Juntos deciden capturar a los delincuentes.

Dos jinetes llegan a Dodge City persiguiendo a un hombre. Es el Día de la Independencia y la gente se arremolina en torno al premio del concurso de tiro, un rifle único: el Winchester 73. Lin McAdam, uno de los perseguidores, triunfa en el concurso y consigue el rifle, pero su contrincante Dutch Henry Brown se lo roba y huye. El rifle pasa a manos de un traficante de armas, luego a un jefe indio y más tarde a un forajido. Mientras tanto la persecución prosigue.

El comisario de Tascosa, Guthrie McCabe, recibe el encargo del comandante Frazer de negociar con los comanches la entrega de los prisioneros blancos capturados durante los últimos diez años. Por cada rehén liberado recibirán una buena recompensa. El teniente Gary no está en absoluto de acuerdo con los métodos de su compañero, por lo que su mando le obliga a desertar. Tras ello, se une al comisario en su intento de liberar a los hombres capturados.

En 1896, Jeff, un solitario aventurero de Wyoming de oscuro pasado, se dedica a surtir carne de vacuno a los asentamientos de buscadores de oro del Yukon, en Alaska, donde la mercancia le es pagada a un altísimo precio. Este tráfico tiene que sortear numerosas dificultades.

Después de la rendición del indio Jerónimo, las guerras apaches parecen haber llegado a su fin. Sin embargo, la conducta de las tropas hace cambiar de opinión al último de los cabecillas aún libres, Massai, un hombre hasta entonces pacífico y partidario de pactar con los blancos. Ahora, convencido de que la fuerza es el único modo de defender sus derechos y los de su tribu, se lanza a la guerra, desencadenando a su paso el pánico y la destrucción, iniciando de nuevo una campaña bélica en la que se suceden los más feroces enfrentamientos.